CRISTINA. (Renovado)
En una tarima de barra nocturna,
Cristina menea su cuerpo sediento
tal vez de locura, tal vez del intento
de echar al olvido su fe taciturna.
Se mueve sensual y produce tortura
a los muchos sueñan llevársela lejos,
algunos que ataron su vida a complejos
de ser inferiores sin una aventura.
Mas ninguno sabe que en su alma acuna,
tristezas y golpes de seres perversos
por falsa belleza, glorias y universos
dados en los vicios que atren la luna.
No ven que mostrarse, es la dictadura
que le queda a aquellos que acaban sin sueños,
que cierran los ojos por verse pequeños
hasta que al fin pueden tener alma dura.
Los que están vacíos ven su sabrosura
y creen que alegres se iría con ellos,
tal vez hasta ofrecen riqueza y destellos
por poder besarla y atar su cintura.
Pero no es Cristina la mujer que apura
a hacerse volcán en el frío de un lecho,
y al salir conmigo les muestra el derecho
que tiene de amar sin vender su figura.
Juan Guillermo Mora Peña.
En una tarima de barra nocturna,
Cristina menea su cuerpo sediento
tal vez de locura, tal vez del intento
de echar al olvido su fe taciturna.
Se mueve sensual y produce tortura
a los muchos sueñan llevársela lejos,
algunos que ataron su vida a complejos
de ser inferiores sin una aventura.
Mas ninguno sabe que en su alma acuna,
tristezas y golpes de seres perversos
por falsa belleza, glorias y universos
dados en los vicios que atren la luna.
No ven que mostrarse, es la dictadura
que le queda a aquellos que acaban sin sueños,
que cierran los ojos por verse pequeños
hasta que al fin pueden tener alma dura.
Los que están vacíos ven su sabrosura
y creen que alegres se iría con ellos,
tal vez hasta ofrecen riqueza y destellos
por poder besarla y atar su cintura.
Pero no es Cristina la mujer que apura
a hacerse volcán en el frío de un lecho,
y al salir conmigo les muestra el derecho
que tiene de amar sin vender su figura.
Juan Guillermo Mora Peña.
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