Fotografía de Betty Suarez
En esta playa sus pies sobre la arena agraciada,
dejaron honda la huella de la esperanza segura,
de que en ondas el amor traería la aventura
que ante el árbol solitario la dejara acariciada.
Soñaba que los delfines de la mar en avanzada
custodiaban el velero del marino que se augura;
algún joven soñador que la abrace con dulzura
y descubra la sonrisa de quien besa apasionada.
Se deleitaban las olas viendo cada tarde al hada
adornar la playa blanca con su mágica figura,
besada por su marea y alentada en su frescura,
siendo más fiel cada día a su espera ilusionada.
Pero todos maduramos con el tiempo y su rodada
y entendemos que la niebla, sigue siendo luz oscura
y en algún auto-reproche sintió infantil travesura,
el amor que entre lo incierto le invadía la mirada.
Tomó el camino de vuelta, aquella tarde nublada
con un vientecillo helado congelando la ternura,
dejando sobre sus manos esa constante tortura
de mirárselas vacías como mereciendo nada.
Entonces en el desmayo de su tristeza cansada
cayó sin conocimiento, ya sin valor ni premura:
y al volver a abrir los los ojos, reconoció la hermosura
del espejo de unos ojos en que se vio enamorada.
Juan Guillermo Mora Peña.